Confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros hermanos que he pecado −y mucho− de pensamiento, palabra y obra, pero sobre todo de omisión.
Por mi culpa –por mi negativa crudeza− las personalidades a las que me he dirigido en las edades más cándidas y entusiastas han perdido la fe y la inocencia, y ahora contemplan el mundo con ojos deshonrados.
Por mi culpa –por mi desacato y falsa rebeldía− los ángeles lloran al ver como utilizo el verbo para revolver las entrañas de quienes me rodean e impedirles una paz que yo me niego; los muertos no descansan por oír mis súplicas y lamentos, y los vivos se desviven por resolver mis anhelos.
Por mi culpa −por mi incuria− la indolencia, la indiferencia, el desprecio y el olvido proliferan en los baldíos y la malicia alimenta la maleza de los plantíos. En ellos los tiernos brotes de sueños ajenos se confunden y mal compiten con los míos.
Es ahí donde entonces interviene el deseo más itinerante, el de roza y quema, que desequilibra el ecosistema y contamina la pureza freática del terreno, de manera que la práctica se generaliza y se hace cada vez más expansiva: ¡La agricultura de la frustración se ha vuelto, desgraciadamente y por mi culpa, más intensiva!
No obstante, con mayor dolor he de admitir que por mi culpa, por el pensamiento saludable que nunca he tenido, por la palabra benéfica que siempre me ha faltado y la actuación requerida que no he acometido al preferir mirar a otro lado, la vida se me escapa sin haber conocido la profunda relajación del alma.
Mea culpa, mea culpa por este invasivo uso de insana inteligencia y la pachorra que ejercito (mi prepotencia), el abuso de fuerzas e influencia, el conformismo y la sumisión a los poderes fácticos del más cochambroso derrumbe. Mea máxima culpa por mi disfrute del usufructo de una razón tan insensata como nefasta; pues por mi grandísima culpa la injusticia, la estupidez y la amargura caminan también de mi mano. Por todo eso reconozco mi culpa y con humildad pediré incluso perdón a la sinrazón humana, sin por ello solicitar siquiera permiso para el desahogo de otra conciencia acallada.
Comparte esto:
- Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)