Hoy estoy algo enfadada, así que permítanme este desahogo.

Desde aquí quiero comentar algo importante, para los más suspicaces diré «lamentar en abierto» el hipersensibilizado latido de un estado alarmante sobrecargado de hechos intranscendentales, pero también de detalles significativos, si se detiene uno a pensarlos, claro está.

Pertenezco a un colectivo de artistas que practicamos el arte por amor al arte.

¡Fantástico! ¿Verdad?

Eso exclaman los que admiran y valoran el arte hasta ensalzarlo con mayúsculas. Al menos, eso es lo que debemos pensar, pero la triste evidencia es que no lo aprecian tanto como para disfrutarlo llevándose a casa alguna obra —sea en su versión original (VO), sea en una original version (OV)—, si no va avalado, eso sí, por un hecho fastuoso o un personaje de renombre.

¡Qué triste, señores/as! Pero ¡qué triste es ningunear el arte como el divertimento de unos pocos! A simple vista, oficio de chalados, cuando en el fondo ofrecemos grandes dosis de pulsaciones tonificantes para un estado enfermizo y malsonante.

Poderse tomar dos cervezas a nuestra salud, oír el ruido y seguir sintiendo el peso de las monedas en el bolsillo siempre será más tentador que adquirir el dibujo, la fotografía, el disco o el texto de un amigo, aunque con esas monedas sepan que hacen a su “amigo” un poco más feliz.

Contra esa taquicardia de soplo tan habitual no cabe más que continuar el ejercicio artístico e insistir animándoles a adquirir alguna de nuestras obras, aunque sea de forma “inusual” y por eso de seguir la contracorriente.

No obstante, si aun viéndolo así, todavía rehúsan hacerlo, ¡Salud!

¡Salut i forÇa al canut!

No por eso dejaremos de apreciarlos.

Nosotros seguiremos ejerciendo el arte por el arte, puesto que, con pan o sin pan, nos sentiremos vivos.

Lo más lamentable es que entre ambas maestrías —la de ustedes y la nuestra— algo valioso e importante se pierde en la sociedad; su pulso cultural.

¡Dup-Lup!

∀