[Orbitando…]

Hablo de Terrabís, yo estuve allí.

En este episodio de mi vida el conocimiento que más me interesa es el que estoy practicando hacia dentro para corregir en lo posible los desatinos de mi destino.

Como lectora siempre me he preguntado cuál es la razón de que todo relato, sea del género que sea, esconda una verdad que trasciende el mensaje expresado y que esta verdad sea, intencionadamente o no, ignorada por su autor. Quizá sea eso a lo que se refieren los filósofos cuando dicen que lo patente es la apariencia de lo no manifiesto (Anaxágoras). A mí me gusta escribir y fue escribiendo, precisamente, como pude indagar las razones de este silencio y concluir en que es nuestro afán por obtener respeto y credibilidad literaria lo que nos empuja a encubrir o a disimular las verdades de nuestra conciencia por miedo a caer en la excentricidad intelectual. Puede que hacerlo nos certifique como “autores saludables”, sin duda, pero lo cierto es que mutila de forma severa nuestra imaginación, nuestra creatividad, y nos aleja también.

Yo he apostado por no callar y es difícil. Aunque seamos cada vez más conscientes del mundo que lidiamos y denunciemos su verbo obsesivo a través de esa vía de experimentación infinita que propone la vida, me temo que la experiencia existencial seguirá siendo única e intransferible. Si razonando con rigurosa objetividad no conseguimos esclarecer una vivencia tampoco especulando con subjetivismo la haremos de repente más inteligible.

Sé que he tomado un camino complicado y que en muchas ocasiones transitará por los derroteros de la impotencia, quedándose la mayoría de las veces –e insistiendo quizá demasiado– en meras palabras que, aun siendo sentidas, no dejarán de ser eso, palabras incapaces de transmitir la complejidad de lo vivido o provocar siquiera alguna reacción, empatía y menos aún unidad de conciencia. Por ello, sospecho que hasta que no comprendamos el epílogo de este cuento siempre necesitaremos relatos afectados de cierto grado de surrealismo. Sin embargo estoy segura de que experimentar con el lenguaje la metáfora del espíritu será lo que nos libere del autoengaño y nos lleve, más allá del «divide et impera», a ser holísticamente comprensibles al fin.

Como se suele decir, si el universo te envía limones haz limonada. Así que yo escribo lo que me envía… El relato que propongo aquí es por tanto existencial, y desde el punto de vista literario, experimental (busco cierta musicalidad en su lectura). Ofrece una interpretación del eterno femenino encarnado en un mundo de naturaleza vegetal animada, capaz de exaltar las emociones de sus dos protagonistas para demostrarles lo fácil que es hacer sentir una vida cumplida y concebir el sentido que no encuentran.

Con este propósito les llevo a un planeta diferente, dentro de un universo paralelo de unidad estelar inteligente y de la que pienso que todos deberíamos hacernos conscientemente partícipes, puesto que todos somos artistas y artífices de ella.

Quiero creer que aunque lo que imaginemos esté prediseñado siempre se puede reescribir, redibujar y corregir. Quiero decir que entre todos sumamos nuestras capacidades creativas y nuestros múltiples pensamientos para configurar el orden universal del imaginario colectivo y el camino de nuestra evolución como especie inteligente íntimamente ligada a la Divinidad. Y quiero seducir convencida de que en el instante en que adquirimos conciencia de este don es cuando realmente conectamos con la voluntad creativa universal, descubrimos las leyes que la rigen y determinamos nuestro destino, aunque la mayoría sea, como he dicho, puro desatino. Si todos somos artífices de ese destino común y todos queremos corregir la mala sombra que nos acecha, ¿no deberíamos responder con prudente inteligencia a esa consciencia desde ahora?

Como alguien dijo, el universo no es el departamento de quejas sino el de operaciones logísticas. Desde este punto de vista hacer castillos en el aire no es, por tanto, una tarea tan vana si los cimentamos con el espíritu. Podemos sostener que las palabras son mera herramienta de comunicación, pero me temo que la cosa no se queda ahí, sino que su poder va mucho más lejos, al otro lado, y que todo acuerdo, pensamiento u acción se registra allá arriba.  Nuestra esencia es puro verbo y sé de una conocidísima frase bíblica que nos lo recuerda,  aún así seguimos maldiciendo ¿no es para esmerarse, entonces?   Cada vez somos más los que queremos entrar en sintonía.  Es por eso que pienso que el espíritu debe continuar siendo nuestra guía porque es la única llave que poseemos de iluminación hacia esa consciencia universal. Si no lo hacemos, volveremos a caer en la trampa de la fatalidad que nosotros mismos estamos escribiendo, el mundo que estamos verbalizando.

En nombre de la Ciencia hemos conseguido grandes progresos, pero también hemos constatado el desacierto de nuestra desmesurada avidez. Un aviso se nos está dando; creo que deberíamos escucharlo y actuar en consecuencia. Si queremos corregir la secuencia de nuestra Madre Tierra, y de la especie por ella elegida para representarla en el orden espiritual de esa conciencia universal, deberemos cuidar mucho nuestras palabras y pensamientos para no enturbiarla con más materia oscura de la que contiene. Actuando ahora conseguiremos otra oportunidad en el planeta. Definitivamente creo que todos estamos convocados a contribuir de alguna manera a esa conciencia. Todos tenemos la responsabilidad de anunciarlo y preparar el camino para que el sueño de esa humanidad diferente, que todos compartimos y que tan lejana se nos propone, sea una realidad.

Es por esto que me he decidido a publicar, en clave de ficción y sirviéndome del símil y la metáfora, esta particular experiencia y me he atrevido a descubrir mi complejidad o simpleza existencial declarando una sensibilidad algo romántica y de credibilidad ya dudosa para la mayoría de  coetáneos. Y no me importa si ven pobreza o grandeza  en ello si consigo ampliar nuestro horizonte espiritual o, cuanto menos, dignificar un estado existencial instintivo de razonamiento involuntario con el subconsciente,  algo visionario y delirante, que espero no se me censure porque sé que no me quedo sola si digo que existe en todos y, efectivamente, es universal.

En consecuencia, ensoñación profética y razón natural a fin de presentarles este cuento y los que seguirán; un proyecto, sin duda colectivo, al que invito a participar con la lectura de los mismos y, en definitiva, unos relatos juveniles de conciencia útil e interés adulto que espero dejen en parte de ser ficticios una vez leídos.

La autora.