[Orbitando 2]

La Nube de Oort

— La cantata de una Moira —
(Nobra Merg) 

 

— La cantata de una Moira —
(Nobra Merg) 
 
« ¡No lo dudes, así ocurrirá en el horizonte de un caballero! ».
Cuando el noble caballero apareció en escena, el corazón de la dama estaba gravemente herido. Sobrevivía como podía: con el escaso entusiasmo que le provocaba su propia fantasía.
Había perdido su fe en el mundo y en la humanidad, pero su esperanza de hallar el amor sincero mantenía.  Al hombre que en verdad oyese y sintiese de amor prendería, por ende.
Sin embargo, su búsqueda se había dilatado demasiado. No solo infinita parecía, sino un delirio a ojos de quienes la conocían. Tal era el empeño que su ilusión ni con falsos amores perdía.
Buscaba una conexión plena porque su alma así lo imponía.  Finaría sola en la contienda, pero jamás su sueño rendiría.
El caballero y la dama se entendieron con una simple, profunda y elocuente mirada. Lo único que necesitaba ya era saber qué mujer buscaba. Moría por estar en su piel y su urgencia la impulsó a preguntar si era o no correspondida en escueta y ponderada carta.
Pero el destino es enrevesado y un oscuro caballero se cruzó. Los pérfidos comentarios de ese hijodalgo la confundieron. Las intenciones y atenciones de su estimado caballero malinterpretó, y de él se alejó.
Lloró tanto su torpeza que hasta a los demonios conmovió. Su espíritu lo abandonaron confundido en el infierno.

 

« ¡No lo dudes, así ocurrirá en el horizonte de una dama!».
Es el verso cómplice de una promesa que un desposado caballero relegó al silencio.
Fue doloroso. Ni por carta ni a la cara le dijo que la amaba. En la gracia de un encuentro casual el contacto visual esquivó y, aparentado desinterés, un incómodo y forzado saludo intercaló.
Ambos sufrirían la lejanía con  inquietud y  desazón…
Con la campaña fracasada y su ideal de mujer destruido cedió el timón de su ánima. El Dueño de las Tinieblas el testigo asumió y al Señor de la Luz relevó. Sin hallar tentación que sofocase el fuego, malos hábitos fue adquiriendo y de desasosiego cayó enfermo.
El Caballero Oscuro por fin se descubrió ante la desdichada Dama del Verso, quien del malintencionado juego del villano de inmediato se percata; si su maleficio e influjo quería eludir, su querer y pesar al confundido Caballero de la Duda debía aclarar, elevándose por encima del bien y del mal.
Culpabilidad solo la siente quien encara su conciencia. La Dama del Verso una expiación suscribió, y buscando la reconciliación  con la mayor dignidad solicita perdón. Había equivocado las honestidades de ambos caballeros. 
Ante el sórdido accidente, el Caballero de la Duda se desentiende sin advertir que su musa  se ha retirado del mundo. En frío y desestimado correo se despidieron aparentando descanso. Suficientemente halagado él, semiliberada ella; faltaba el verso del Caballero Oscuro para la duda despejar y el problema poder solventar.
La ambigüedad del Caballero de la Duda lastimó a la dama que en el verso seguía creyendo. Enterada de la fragilidad y el desconsuelo de su Señor, acogió su alma lastimada con la intención de serenar su llama y de continua emoción llenarla.
En el día a día de la Dama del Verso una leyenda se reconstruía. Al respirar el estío, el Caballero de la Duda comprende al fin su designio. Fascinado por el ensueño e imaginación de la dama, busca el sosiego de su diario cada día.
Por la franqueza declarada en el bitácora comprendió lo lejos que estaba de su alma. A los Sabios entonces pidió consejo: «Un castillo conquistado sostenía él. Un corazón firme, la dama. Un largo camino extrasensorial recorrerían en mutua compañía. Entre sábanas platónicas y emocionantes adivinanzas un mismo sueño conquistarían y también conservarían». « ¡No lo dudéis ilustre caballero, escrito está que ha de ser tu Lucero! ».
Mas de esos hombres sabios un insistente aviso recibió: es dama de corazón firme. No permitas que continúe sola. Perderás la bolsa, pero no la vida.
El Caballero de la Duda leyó el cuento de la Dama del Verso a su madre. Por su decoro y bondad una vela encendería al finalizar el día.
No obstante, cual caballero cumpliría el contrato con su mujer, el proceso acabaría con tiempo de recuperar el reloj que dio en empeño y a la dama del verso escribiría contando con su concierto.
En su  carta transmitiría sin detalle el suceso acontecido: La pintura corrida de labios, el sostén desabrochado, la mirada avergonzada y la sonrisa enclaustrada. Haciendo un gran esfuerzo  arrancaría el anillo de su mano y la nobleza contraída con perfume caro. El puño del supuesto amante a su mejilla llegaría y un gran alboroto se montaría… Comodín colorado, ese cuento, terminado.
El Caballero de la Duda ahora respira, pero suspira la sensibilidad perdida. La Dama del Verso le inspira y expira el sosiego que ansía cada día. Quiere ver a su dama y decirle que la ama. La vergüenza intimida, el orgullo paraliza y la duda continúa perfilando los confines del cuadro.
Conciliando su respuesta a la dama imagina: Tan bien hacerlo querrá que su carta diez veces 10 leerá, enviando en respuesta un correo confrontado por enésima; el programa comprendido solicitaría y ante la duda de si me quiere todavía su consenso daría el día que fuesen capaces de a los ojos poderse mirar.  Cual colgados voluntarios quedarían y largo tiempo recorrerían en mutua agonía.
 
 
« ¡No lo dudes [,] así ocurrirá! » se ha convertido en sombra en el horizonte de dos almas puras que limpiamente se han buscado a lo largo de la eternidad.
Una Moira consternada y afligida, el mensaje de sus cartas intervino y con mucha inteligencia medió sus talentos y complejos.
Un encuentro  en el puente romano el hada propuso. Ninguno quiso aceptarlo. Hace tiempo concertaron en secreto una cita similar, cuyo puente uno no quiso cruzar.
En la espesura del horizonte una luz se divisa ya. El inquieto caballero profiere un impaciente ¿cuándo?
La Moira le contesta: No esperarás mucho más. El verso de tu dama ayudándote está. Sofocando el ayuno completaréis vuestra dualidad y os convertiréis en uno. Aunque falte el verso del Caballero Oscuro conocéis ya la letra oculta de esta fábula. Es la misma que aconseja que el lenguaje entre vosotros deje ya de ser subliminal.
Ahora bien, la precavida Moira en seguida le amonesta: «Pero no lo olvides noble caballero, en mensajera de otro sosiego no me conviertas». « ¡No lo dudes así ocurrirá! ».
Todo pende de una coma.
Tenlo en cuenta caballero.

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Moraleja: No hay que dudar.
No es lo mismo prometer: ¡No lo dudes, así ocurrirá! (No dudes que ocurrirá  de tal manera) que asegurar: ¡No lo dudes así ocurrirá! (No dudes y así ocurrirá).


 Veamos cómo termina la cantata…