A QUIEN NO HA APRENDIDO A AMAR
Fuente: RR. SS
No sabemos amar.

¿Cómo hacérselo entender, y sin suspirar, a quien no ha aprendido todavía?

Nos aterra el amor genuino, el amor fraternal, el amor filial, el amor conyugal e incluso el autopersonal. De su revolucionaria etimología emocional poseemos un desconocimiento tan profundo que optamos por abortar la gran revitalización que del alma propone.

La mayoría no sabemos demostrar nuestros sentimientos ni dónde encontrar el coraje necesario para declararlos. Lo que sí sabemos es que el número de tentativas no augura una lucha sin expectativa de éxito.

Sobre este asunto hay que decirlo todo: lo bueno, lo malo y lo neutro. Así que intentaré expresarme con mi lengua más clara. Prosigo, pues.

A la inmensa mayoría lo único que le interesa de la palabra «amor» es la intensidad de la sorpresa: «una vez más y, esta vez, de verdad», pero en cuanto se les presenta la ocasión más viva, la ignoran y, sin mirar atrás, de ella se alejan despreciando el carácter sagrado y sobrenatural de la conexión. Ni por sublimado o corrupto, el amor estremece sus corazones y, en consecuencia, acaban frustrados. Sus frágiles y vulnerables egos no les permiten entregarse ni dejarse amar. No pueden llamarlo amor. Sus insensibilizadas entrañas se han olvidado de amar. Para ellos se trata simplemente de «apego».

¿Cómo explicarlo sin titubear?

Amor: caprichoso, vacío, fatuo, loco, pasional, romántico, comedido, pleno, egoico, altruista, platónico e ideal, unívoco y recíproco, confuso y multidirecional, cobarde o valiente, tímido o audaz… celebrado, lamentado o suplicado nunca será del todo consumado.

Amor: a la vida, al conocimiento, a la patria, a la naturaleza, a los animales y a la humanidad… A las normas, a las leyes o a la falta de leyes… Al prójimo, a su fortuna o suerte, y a meterse en la vida de los demás; por virtuoso o pecaminoso, siempre insuficiente.

«Filia, eros o ágape», «cupiditas o caritas», cinco conceptos para un sentimiento siempre incestuoso, obsesivo y sincero.

«Veni, vidi, vici» tres verbos para aplicar su fórmula —y del modo más breve posible— en la rendición o conquista de las altas y bajas pasiones que nos plantea y que, según qué intenciones, nunca resultan plenamente satisfactorias ni se reconocen con la debida honestidad.

No obstante, divino o terrenal, correspondido o no, el amor siempre será loado, será ensalzado y será cantado. Quien a tan excelso sentimiento dé su espalda de un modo definitivo nunca sabrá qué es amar. Jamás alcanzará el nirvana ni la consciencia que otorga su disfrute.

No hay más fin en el hombre que enseñar a quien no ha aprendido a amar. No hay mayor meta al amar que un despertar conjunto y universal. Se entiende entonces que el asunto trascienda la propiedad de la exclusividad…

Dixi.

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