EN CONSECUENCIA

Nueve días de guerra. 

¿Qué  significan nueve días de guerra en un mundo persistentemente  enfermo y que, sin embargo, nunca muere? 

En consonancia con la historia humana, que no es otra que la del hombre contra el hombre y su fatídico legado, no suponen nada, porque nada ha cambiado. Un mundo de hombres en constante pugna y jugando a ser Dios, sin fraternidad, altruismo e ilación, no es un mundo libre. Cuando lo único que oímos en él es el zumbido de los misiles y el grito estridente y discordante de algunos líderes arrebatados y dispuestos a matar por mero afán de poder, no solo hablamos del mismo inframundo para todos, del mismo infrahombre, también evidenciamos un mundo apenas evolucionado; oscuro, hostil y mentalmente insano.  

En consecuencia, no debería resultarnos difícil prever cuáles serán las graves secuelas que el conflicto actual entre Rusia y Ucrania tendrá a corto, medio y largo plazo; tampoco debería suponer mayor problema poner a ello el más pronto y acertado remedio. Aun así, recelo e insisto en que, si nada ha cambiado en veinte siglos, tampoco en el siguiente, ahora presente, lo hará.

Afortunadamente, para los justos e inocentes todo es posible, incluso el olvido del odio. No quiero desanimarles, por lo que no caeré en el más crudo escepticismo,  pero sí diré que tendrán que sucederse muchísimos más días de paz que los que se contabilicen de guerra para exonerar la conciencia colectiva de toda falta, delito, pecado, debilidad o culpa. 

Lamentablemente, solamente los más limpios de corazón comprenderán la necesidad de este mensaje, conocerán su finalidad y defenderán su única razón: corregir la asonancia musical del mencionado y condenado juego para regenerar y rescatar lo que se pueda del poema humano. 

Respondiendo a esa clara intencionalidad en el mensaje, dejaré esta página incompleta y no añadiré nada más…

[Imagen: RR.SS.]

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